El extraño caso del Dr. Subtitulado y Mr. Electrónico

Autores/as

  • Santiago Torregrosa Povo

DOI:

https://doi.org/10.14198/QdCINE.2015.10.09

Palabras clave:

Traducción audiovisual, Subtitulado electrónico

Resumen

La escena es una sala de cine casi vacía. En la última fila visualizamos a un tembloroso traductor con su ordenador portátil de más de cinco kilos de peso, presto para sincronizar manualmente (“lanzar” en la jerga) los subtítulos de una película rusa de género pseudofantástico. Bajo la pantalla de cine, un dispositivo al estilo de los paneles informativos que se ven en las autopistas o en las paradas de autobús, una pantalla de bombillitas de led de un intenso color rojo. Al lado del traductor, sobre el reposabrazos, una cajita llena de fusibles. Cada vez que hablan, el dedo del traductor presiona la tecla que desencadena un cegador fogonazo que tiñe de rojo toda la sala como por arte de magia. Está subtitulando. Es un pase matinal, en exclusiva para dos soñolientos caballeros de la prensa. Al otro lado de la pantalla de estos multicines que son sede temporal de un festival de cine, nada de bambalinas al estilo de un antiguo teatro: tras la pared enmoquetada, una cafetería en hora punta de desayuno. Por un extraño giro del destino, cada vez que al otro lado se conecta la cafetera eléctrica, a este lado se funden los fusibles de la pantalla de led del subtitulado. El traductor salta como un resorte y corre hacia el dispositivo, cambia el fusible, regresa a su ordenador en una gran agitación y busca el punto de la lista de subtítulos hasta el que han avanzado los diálogos, ya que los actores han preferido no callarse mientras él manipulaba los componentes eléctricos. Corre el año 1992.

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Publicado

2015-12-31

Número

Sección

Artículos